viernes, 4 de septiembre de 2009

Guerra

Cuando era un niño, al ver las imágenes de guerra en los noticieros o las películas recuerdo haberme sentido afortunado.

Recuerdo sentirme aliviado de vivir en un país que, según mis padres y mis maestros, nunca entraría en una guerra. Recuerdo también sentir temor por alistarme en un ejército para ir a morir al campo de batalla, por razones que no comprendía.

Supongo que es lamentable que yo al igual que millones de mexicanos no hayamos crecido con una educación que nos inculcara el amor verdadero a la patria, ese que en muchas naciones existe y que hace que sus ciudadanos mueran por su amada nación, que es para ellos motivo de orgullo.

Años después y sin darme cuenta me encuentro en medio de una guerra, y de lo que si me di cuenta es de que no hay dos bandos sino cuatro, están los dos bandos que combaten, los dos ejércitos, los que muchos nefastamente definen como los buenos y los malos, pero también hay otros dos bandos, el de los que no pisan un campo de batalla pero si mueven las fichas y definen el destino de la guerra y está también el bando mayoritario, los que sufren dicho enfrentamiento y yo soy parte de ese bando.

En este país se vive una guerra, y mientras la mayoría de la sociedad no se dé cuenta de eso la guerra no tomará las proporciones debidas, necesarias para erradicar a quienes nos dañan. Es una guerra entre un gobierno (y lo digo así porque, seamos realistas, el grueso de la sociedad no lo está apoyando) mediocre y dirigido por un montón de egoístas y cínicos; y el crimen organizado (superior en muchos casos a dicho gobierno) que cada vez se enfrenta de forma más sangrienta, entre ellos mismos y frente al “gobierno”.

Pero los altos mandos de estos dos bandos, y el grueso de la sociedad están en posiciones de ventaja o de suma desventaja. Mientras unos controlan todo desde la oscuridad y de una forma segura, otros sufren el miedo, la angustia y la inseguridad.

En fin, mi vida ahora es de expectativa, ante la búsqueda y espera de un trabajo decente ,que en esta nación no es nada sencillo, y aunado a eso está el miedo continuo que te dan los vehículos del ejército patrullando las calles y todo lugar público, esperando lo peor, además de despertarse cada mañana y ver el periódico con notas sobre el último enfrentamiento entre policías coludidos con el narcotráficos, y el ejército, o si no, con la última corruptela de nuestra clase política democráticamente electa.

Es aquí donde la guerra deja de ser un combate entre dos bandos y comienza a gestarse en la conciencia de los ciudadanos.

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