martes, 22 de septiembre de 2009

Novela-Blog III

La noche cae sobre ciudad Manalí. Otra noche más. Es lunes. La oscuridad cae y gobierna en la metrópoli. Ante la égida que proyecta la oscuridad, también es posible que ésta sea aprovechada para llegar a los más grandes y maquiavélicos planes.

Guillermo Gutiérrez Estrella, eminente elemento de la cúpula del aparato policiaco del país, está más que molesto. Sus contrapartes allende el óbice que representa la frontera para el libre tránsito de los humanos mas no para los grandes tratos lo han apoyado. Pero tiene una molestia, alguien que lo persigue y lo señala sin cesar.

Por ello, reunió a su circunscrito grupo de colaboradores, “tenemos que planear algo”, se limitó a decirles ante la cita poco más tarde de la medianoche.

El jefe de las instituciones le está agradecido, lo había advertido de las intrigas palaciegas que sus correligionarios emitían a sus espaldas.

-Jefe, cuídese, le decía con un léxico reducido, con atropellamientos al hablar, la S la raspaba, no la pronunciaba bien

Al asumir el poder, el Primer Magistrado le dio todo el poder posible. Cedió en las manos de Gutiérrez Estrella la capacidad para decidir qué hacer con la seguridad del país.

Gutiérrez Estrella no consideraba únicamente la seguridad del país, sino también la de su destino.

***

Antonieta Hinojosa, columnista, joven, no más de 28 años. Alta, delgada, de facciones angelicales que harían presuponer que es una mujer inocente y dulce. Pero no, no lo es. Es una de las periodistas más aguerridas del país. Amenazada. Vive escondida durante los últimos meses. Sola, con su hija de tres años de edad, producto de una relación turbulenta.

Había sido despedida de dos de los diarios de mayor circulación a nivel nacional. No por su mal trabajo, sino por presiones de las cúpulas del poder hacia los dueños de esos medios de comunicación.

Su labor había constreñido en evidenciar a través de fuentes el pasado del comandante Gutiérrez Estrella.

Ese trabajo había irritado al encargado de la seguridad nacional. Se conocía que la fuente de Antonieta era un viejo policía que había sido desplazado por los incondicionales de Gutiérrez. Éstos, inmeritocráticamente habían ganado el puesto.

La tarde del martes, Antonieta comía con Jorge Hernández Villa, el policía desplazado. Hernández le llevaba más documentos que comprobaban los nexos de Gutiérrez y sus hombres con el narcotráfico. Hinojosa preparaba un libro durísimo, decía ella, que tenía como fin dejar en evidencia la podredumbre en los mandos de seguridad.

A las afueras del restaurante, sito en la zona rosa de la ciudad, cinco hombres en una combi del años 75 armados se preparaban para atacar, tenían la orden de ejecutar a Hernández Villa.

-Jefe, está acompañado este cabrón

-¡Puta!, ¿por quién?

-Una mujer, joven, alta, delgada.

-No procedan, debe ser la pendeja de Antonieta, nos podemos meter en un lío.

El comando armado se retiró. Pero Gutiérrez se quedó pensando que ambos merecían callarse de por vida. Y que mejor que en la paz. En la paz de los sepulcros.

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