jueves, 25 de junio de 2009

Tierra prometida o tierra de nadie

¡Oh Jerusalén tierra elegida por Alá y patria de sus servidores! ¡ A partir de tus muros el mundo se ha convertido en mundo!

En todos los rincones del planeta existen conflictos de diferente índole, algunos son causados por motivos de raza, políticos, imperialistas o intereses lucrativos. ¿Pero qué pasa cuando los motivos del conflicto son divinos?

Hoy en día hay territorios en el planeta que aun son disputados por esos motivos, uno de ellos y quizá el que levanta más pasiones es el de la antigua Palestina, hoy Israel y el hecho de que en su geografía se encuentre la “Tierra Santa” para tres religiones hace que surjan opiniones encontradas sobre esta nación.
Dentro de los muros de “La Ciudad Sagrada” se encuentran, la iglesia del Santo Sepulcro, donde supuestamente agonizó y murió Jesucristo. En otro punto se encuentra el Qubbet es Sajra (la cúpula de la Roca) según la tradición islámica ahí bajo el ángel Gabriel la noche en que Mahoma subió al cielo, y no lejos de ahí se encuentra El muro de las Lamentaciones, vestigio del templo construido por el rey Salomón y el lugar más sagrado para los judíos.

Estos monumentos junto con una seria de templos, sinagogas y mezquitas han sido para Jerusalén motivos de su gloria y su desgracia y la han consagrado como Santa. Un lugar donde la sangre ha corrido por miles de años.

Hace pocos meses vimos en los medios de comunicación como el pueblo judío, pueblo exiliado, masacrado a lo largo de la historia, era ahora el que acababa con la vida de cientos de inocentes los cuales solo son culpables de no estar debidamente representados y no contar con instituciones como las que un día llevaron a los sionistas a lograr su nación prometida.
El ejemplo de Israel ahí está y nos recuerda que a veces los vecinos de toda la vida, los hermanos y hasta los padres e hijos se desconocen al creer que son portadores de una única verdad y que esa verdad debe de prevalecer.

La motivación de este blog es simple, mostrar que no hay una sola verdad, que todas las opiniones cuentan, que no hay un rico malévolo y un pobre bueno, un intelectual que lo sabe todo y un ignorante que no sabe nada. Parafraseando a un hombre llamado Jesús, “El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”.

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